Cuando eres pequeña piensas que el resto de tu vida va a ser igual que en ese momento. Con el tiempo te das cuenta de que las cosas cambian, que uno se hace mayor y la gente deja de ser lo que era. Te das cuenta de que tu madre tenía razón en varias cosas de las que te decía, o mejor dicho, en casi todas, pero en realidad tú no quieres afrontarlo.
Pasan cosas, todo se revuelve, el mundo se vuelve loco, pero a pesar de todo eso siempre hay una minúscula lucecita que te alumbra y te ayuda cada día, poco a poco, siempre a tu lado, cuando lo necesitas y cuando no.
Y entonces, cuando das todo por perdido, las piezas se recomponen como en un puzzle de cristal, con cuidado, frágilmente... A veces pesan más los años que el orgullo, pero nada es fácil, y nada será igual, eso está claro, pero se puede mejorar.
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