Suena a
ternura y suavidad. Es como un suspiro hecho canción. Delicada como una caricia
en el antebrazo, exquisita como un soplo de aire fresco tras la nuca. Cuando la
escuchas te invita a sentarte en un tren y a contemplar el paisaje que corre a
tu alrededor tras la ventana. No necesitas cerrar los ojos para oírla,
simplemente mirando al frente tu mente se queda en blanco, sin problemas ni
dilemas, sin incógnitas que resolver. La canción camina directamente de tus oídos
al corazón, no le da tiempo a pasar por tu cabeza, no lo necesita, ella misma
sabe dónde ir, sabe lo que necesita sacar de ti. Aunque la escuches mil veces
seguidas siempre te parecerá como si fuera la primera, tan virgen, tan pura,
tan sutil…